martes, 11 de febrero de 2014

El pinzón y la nieve

Pocos pajarillos se muestran tan urbanos como el pinzón vulgar cuando todo el campo y el pueblo está cubierto de nieve. Hoy Aragoncillo está envuelto en un manto blanco que da gusto verlo y, frente al silencio de la mayoría de los pájaros como goriones estorninos y mirlos, los cantos del pinzón se oyen por los rincones del pueblo. Suelen venir en parejas y se dejan acercar a las personas  como si pidieran una caricia o quizás unas migas de pan o granos de trigo.
Ave de tamaño similar al de un gorrión, aunque de plumaje más colorido y bonito, el pinzón es capaz de alegrar los días nevados de Aragoncillo cuando reina casi un silencio sepulcral. Al contrario de los gorriones y alguna que otra urraca no se prodiga en los excrementos que dejan los caballos de Alberto. El pinzón deambula en cortos vuelos buscando pequeñas semillas por las calles del pueblo.
Este audaz callejero sorprende por su resistencia al frio y austeridad. Suele dormir en árboles frondosos de pequeño porte como los enebros y alguna sabina y lo curioso es que mientras no nieva apenas se le ve por el pueblo. Los sonidos de su canto son bastante penetrantes e inconfundibles- no me atrevo a imitarlos-, pero como ahora se tiene acceso a casi todo basta con poner su nombre si tenéis internet y disfrutaréis de sus melodías y de los tonos de su plumaje.
Su mejor carta de presentación es su equilibrio de líneas y su figura compacta y armónica. En fin, así es el pinzón vulgar: un pajarillo entrañable que viene a saludarnos y dar ánimo los días de peor temporal de nieve. Una vez más, toda una lección de amistad de la que es capaz de dar un simple pájaro.

martes, 8 de octubre de 2013

Las primeras escarchas

Llevamos dos días que han caído las primeras escarchas de la temporada. Por la mañana pronto, las eras del pueblo parecen envueltas en una sábana blanca. El manto no es tan reluciente y cristalino como el de esas heladas de finales de enero y principios de febrero, pero sí es una aviso de que hay que comenzar a abrigarse. Los gorriones lo han entendido muy bien y dormitan ya en los árboles más frondosos de hoja perenne. Las zorras comienzan a acercarse al pueblo en busca de un bocado ante la escasez de presas por el campo, y eso que todavía pueden alimentarse de bayas de escaramujo y moras, entre otros frutos silvestres. Este astuto y oportunista carnívoro suele frecuentar los cubos de basura y algún que otro gallinero que tenga un resquicio por donde entrar. Si los perros ladran sin cesar por la noche es señal segura de que la zorra está merodeando. Últimanente se han vuelto muy osadas y no dudan en entrar hasta el centro del pueblo. También son muy escandalosas, pues cuando detectan la presencia humana emiten unos aullidos que más se parecen al graznido de un cuervo que a otra cosa. De esta forma, ponen en aviso a sus congéneres. Lo cierto es que este mamífero va en aumento porque ahora campa a sus anchas por el monte sin que apenas nadie le moleste. Antaño eran muchos los ganados de ovejas que pastaban por el término y los pastores las tenían a raya con los perros y también con alguna trampa. Además, venía  por el pueblo gente de fuera que compraba las pieles.
Como las horas de luz cada día son menos, el atardecer y la noche parecen cobrar más vida que en verano. Las bandadas de estorninos ponen la nota más chirriante cuando "aterrizan"  en sus dormideros; los gatos semisalvajes visitan las casas "pidiendo" comida; la berrea del ciervo se oye a kilómetros de distancia al igual que el ulular de las aves nocturnas y el pico picapinos aprovecha hasta el máximo las últimas horas de la tarde para "martillear" los olmos muertos por la terrible enfermedad de la grafiosis en busca de larvas. Estos y otros sonidos te acompañan con solo salir del pueblo unos metros. Si uno se mueve por el campo y se mantiene en silencio en una noche sin viento y despejada, la "llamada" de los animales te envuelve en una atmósfera envidiable de tranquilidad.

lunes, 7 de octubre de 2013

Los buitres no tienen olfato

Los lugareños de Aragoncillo están empeñados en que  los buitres leonados o comunes (Gyps fulvus) localizan los animales muertos por medio del olfato. Nada más lejos de la realidad, pues es su prodigiosa vista las que les conduce hacia la carroña. No obstante, tienen unos aliados estupendos en las urracas, cuervos y hasta incluso los milanos para descubrir los animales. En realidad, suelen ser las urracas las primeras en llegar a los cadáveres y por sus movimientos alertan a los buitres que, a su  vez, avisan a sus congéneres del botín que les espera. Otra leyenda urbana que corre como la pólvora por estos pueblos es que si se tienen las gallinas sueltas por el corral o por los alrededores del gallinero hay que tener cuidado porque caen los buitres en picado y se las llevan entre las patas. Craso error, porque los carroñeros alados no tienen los dedos de las patas retráctiles como otras aves de presa. Sus patas son romas, parecidas a la de las gallinas, pero mucho más fuertes y con uñas más largas. Otra cosa es que si se encuentran con una gallina maltrecha y casi inmóvil no lleguen a comérsela, pero normalmente no atacan a presas tan pequeñas.
Lo que si es un espectáculo digno de ver es cómo aterrizan sobre la carroña y, sobre todo, la forma que tienen de ir cogiendo altura aprovechando las corrientes de aire caliente. Torpes y más que torpes a la hora de levantar el vuelo, son auténticos maestros del planeo. Estoy convencido que los primeros practicante de vuelo sin motor se fijaron en estas aves para imitarlas.
Como por aquí cerca de la Posada pasta y ramonea un ganado de cabras es frecuente verlos engullir en pocos minutos algún ejemplar que ha muerto de viejo. Cuando uno se acerca a la pitanza da casi miedo oir sus peleas por la disputa de los mejores bocados. Y si se espantan , poco a poco irán elevándose hasta encontrar las altura de crucero que los llevará a los cantiles y roquedos cercanos del Alto Tajo, donde les esperará el pollo que empezaron a incubar allá por los primeros días de febrero.

miércoles, 2 de octubre de 2013

El carnicero campestre


Existen muchas aves que acumulan alimentos para tener provisiones ante la llegada de los frios invernales. Las esconden de mil maneras, de tal forma que algunas se olvidan de ellas y si están enterradas en el suelo o en las oquedades de los árboles sirven para el nacimiento de nuevas y vigorosas plantas. Así es que varias especies de aves hacen una excelente labor a la hora de repoblar el bosque. Pero el "individuo" al que me refiero es más cruel y utiliza su despensa de forma temporal. Me refiero al alcaudón común(lanius senator), que al igual que otros hermanos suyos de menor o mayor tamaño se dedica a insertar a sus víctimas en una mata de espino de difícil acceso para  que no se los roben otras aves "ladronzuelas" como las urracas o carnivoros del tipo de la comadreja.
A no más de 80 metros de distancia de la Posada estuve vigilando durante dos días a una pareja de alcaudones hasta que descubrí su despensa. Esta vez tenían bien asgurados a los pinchos de un espino  un ratón, aunque más bien parecía un topillo, y una cria de jilguero joven de este año. Lo que no sé es cómo el alcaudón puede cazar a sus presas porque es bastante alborotador con sus cánticos y con sus inconfundibles sonidos. Pero lo cierto es que resulta muy eficaz en los ataques a sus presas.
¿Se inspiraría el hobre en tiempos remotos en el alcaudón y en su forma de "colocar" sus exquisitas piezas?

martes, 1 de octubre de 2013

Avisos otoñales
Por estas tierras de montaña el otoño llega antes que en otros lugares más cálidos. Con las primeras lluvias, los bandos de estorninos se hacen más numerosos y activos. Aquí en la Posada caen en picado cientos de ellos a picotear las moras que, aunque han madurado tarde este año, están en su punto. Su estruendo volandero asusta incluso a los gatos que campan a sus anchas por la parcela. Mirlos, petirrojos y varias especies de zarceros también llenan sus buches de tan exquisito manjar con el fin de ir acumulando calorías para el frio invierno. En los lugares más húmedos algunas setas comienzan a salir con cierta timidez porque tienen que llover un poco más tras unos meses de sequía. Algunos micólogos, muy linces, que se conocen los lugares como la palma de la mano ya han cogido níscalos y boletus edulis, menudo manjar, sobre todo este último. Los jubilatas prefieren recorrer las cercanías del pueblo a la búsqueda de la fina y sabrosa seta de cardo.
Otro acontecimiento que avisa de la llegada del otoño es la berrea del ciervo. Basta salir unos 500 metros del pueblo para escuchar por la tarde a última hora y por la noche las peleas de los grandes machos y esos golpes secos cuando entrelazan sus cuernas con el fin de demostrar quien es el más fuerte y así hacerse con el mayor número de hembras, con su harén. Si, además, uno los quiere ver se puede acercar sin hacer ruido y con el viento a favor porque si no se espantan y se pierden por el monte.
Tampoco es difícil observar bien entrada la noche a los escurridizos jabalíes dando buena cuenta de los sembrados plagados de pipas de girasol, algo que hace poca gracia a los agricultores porque los daños que ocasionan con importantes. Con un buen foco, con cierta paciencia y mucho, pero que mucho sigilo y, sobre todo, procurando que no les dé nuestro aire se pueden observar sin ningún problema. A veces cuando son varias piaras las que entran al sembrado el ruido del chasquido de las cañas de las pipas que tronchan con su poderoso hocico se escucha a cierta distancia y es más fácil "entrarles" todavía más cerca.
Si como vemos la fauna se muestra muy activa por este tiempo y por estos lugares, la flora con sus cambios de colores ocre y rojizos te envuelve en una belleza indescriptible. Pero esto es para otro capítulo.



























viernes, 12 de julio de 2013

El autillo y feliz sueño

Ayer por la noche, después de pasar la tormenta, el autillo(Otus scops), el buho más pequeño de España, emitía su ya clásico "piu". Iba de posadero en posadero por los cables y tejados del pueblo haciéndome compañía mientras paseaba a la perra. Aunque su voz es penetrante me reconfortó de tal manera que pocas noches he dormido tan placidamente. Con el simple hecho de oirle ya mereció la pena todo el día.
En los pueblos pequeños los sonidos de la noche resultan mágicos y fascinantes.

jueves, 11 de julio de 2013

El ruiseñor y sus crias volanderas

El ruiseñor común (Luscinia megarhynchos) es uno de los pájaros de canto más melodioso y sonoro. A cualquier hora de la noche o de madrugada su potente voz se oye a más de un kilómetro de distancia. Aquí, en el arroyo que separa el aparcamiento de los alojamientos de La Posada del Bachiller, anida todos los años porque encuentra su terreno favorito: zarzas muy tupidas y ortigas. Su presencia se hace notar por la noche con su variada melodia. Pasado un tiempo los cánticos van a menos y da la impresión de que se ha ido a otro lugar. Ave esquiva de tonos marrones se le empieza a oir de nuevo cuando algún animal, normalmente un gato, se acerca al nido y, sobre todo, cuando los pequeños salen del éste y comienzan a emanciparse. En este caso, el ruiseñor emite un profundo pitido y, a continuación un sonido parecido al de un ronquido. Es su voz de alarma ante los intrusos que están relativamente cerca de sus pequeños. Sus "pitidos" y "ronquidos" se hacen cada vez más sonoros y en intervalos de tiempo más cortos conforme se esté más cerca de sus pequeños. Con estas voces de añarma el ruiseñor pretende asustar a sus potenciales enemigos y también despistarlos pues siempre se producen lo más largo posible de donde tiene sus crias, pero sin perderlas de vista.
Mucho menos cercano y más esquiva a las personas  que su pariente el petirrojo, el ruiseñor no permanece mucho tiempo en estos parajes serranos y se marcha buscando tierras más cálidas.
Escuchar su cántico desde el posadero en una noche serena de primavera es un regalo que no lo cambiaría por nada.